¿Cuál es el propósito de mi vida?
Esta es una pregunta común entre quienes asisten a mis seminarios. Y una
pregunta necesaria e imprescindible para nuestra evolución como seres humanos,
porque en su respuesta encontraremos la razón por la que hemos, como alma,
encarnado en este mundo con todo lo que esto ha implicado. Pero es en la
respuesta donde usualmente nos perdemos, nos vamos por las ramas y terminamos
fuera del árbol, en el aire, porque esperamos una respuesta muy profunda, muy
mística o que tenga un contenido muy espiritual.
Lo cierto es que la cosa es mucho
más sencilla. Hemos venido al mundo a hacer lo que nos hace felices. Por lo que
una pregunta directa sería ¿qué es lo que nos hace felices hacer?
Recuerdo que cuando vendía
zapatos, me hacia feliz poder asistir a los clientes en lo que realmente
necesitaban, que era atención, además de uno o varios pares de zapatos. Lo
mismo ocurrió cuando trabajé en un restaurante y en las tiendas Target (Sí!…
también trabajé en las tiendas Target). Hoy, lo que tengo para ofrecer son
libros, pero lo que me hace feliz es lo mismo, poder asistir a quien tengo
frente a mí con lo que puedo hacer en ese momento.
La asistencia al otro a través de
la escucha para devolverle un comentario comprensivo ha sido el eje de mi felicidad
a la largo de mi vida. Tengo claro que mi propósito en la vida es asistir a
otros, escuchándolos para devolverles un comentario que los haga sentirse más
claros y comprendidos. Sea que quieran un par de zapatos o solucionar un
problema de su vida.
No es una profesión, no es una
tarea en particular lo que vinimos a hacer. Si le tratamos de dar una forma por
afuera, quizás demoremos demasiado o nos vamos a frustrar porque no podemos
lograrlo.
La pregunta es más simple: ¿Que
te hace feliz hacer?
Y te darás cuenta que, en alguna
medida, ya lo estás haciendo.
Julio Bevione
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